Reflexiones sobre la formación en Trabajo Social
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Hace unos días participé en una mesa redonda organizada por la Cátedra de Servicios Sociales que está vinculada a la Universitat de Vic bajo el título “La oferta formativa en servicios sociales en Catalunya: hacia las competencias profesionales necesarias”.
La iniciativa
partía de un estudio que han realizado en los últimos años sobre la formación
que reciben los profesionales de los servicios sociales que se publicará en
breve e invitaron a diversos profesionales con perfiles diversos a reflexionar
sobre el tema. Como trabajadora social y, también, como profesora del Grado
(aunque sea a tiempo parcial) el tema me parece que puede ser interesante.
Mi primera reflexión
sobre el tema tiene que ver con el propio concepto y límites de los servicios
sociales, hablar de formación de los profesionales sin abordar qué es lo que
deben hacer es complejo. Por una parte, me parece difícil formar a
profesionales para hacer la multiplicidad de tareas que actualmente tienen
asignadas porque en la mayoría de las leyes de servicios sociales de nuestro
entorno[1] se le asigna una misión más propia del
conjunto de políticas del estado de bienestar que de una de las políticas
sectoriales.
Por otra parte,
no debemos olvidar que las diversas profesiones de lo social (trabajador@s
sociales, educador@s sociales, psicólog@s sociales.) pueden, y deben,
intervenir en las otras políticas sociales sectoriales y que también deberíamos
formarlas para ello; no tendría sentido formar trabajador@s sociales únicamente
para el Sistema de Servicios Sociales y luego exigir que los otros sistemas los
incorporen.
El reto,
entonces, se centra en qué formación necesitan l@s profesionales para desarrollar
sus funciones en un mundo tan amplio.
Señalaba recientemente
Teresa Matus, en su ponencia en el Congreso de Mérida” que en el proceso de
formación la “Focalización de
áreas: familias, comunidad, organizaciones laborales, salud, vivienda, etc […]
se entabla una suerte de competencia entre dicha focalización y las propuestas
disciplinares. […] ‘Ser’ trabajador social tendría que ver mucho más con el
ámbito en que se desempeña que en seleccionar posiciones al interior de un
corpus de enfoques del Trabajo Social”.
Comparto con Teresa
Matus la necesidad de centrarse en consolidar los conocimientos sobre los
enfoques del Trabajo Social para después que cada profesional sea capaz de
aplicarlos en distintos ámbitos de trabajo (dada mi experiencia me ceñiré a la formación en
Trabajo Social, aunque posiblemente sea asimilable a las otras profesiones).
Para empezar,
pienso que tenemos dos grandes etapas formativas: la inicial (es decir, los
estudios de grado) y la formación continuada y, desde mi perspectiva,
deberíamos repensar ambas etapas.
La formación
básica es, como mínimo en el Trabajo Social que yo conozco, eminentemente
teórica, pero, curiosamente, teórica de todo tipo de disciplinas que, si bien
son necesarias para entender el contexto, son insuficientes para el desarrollo
de la profesión. Mi experiencia, y algunos estudios recientes lo muestran y se
comentó incluso en la mesa redonda a la que hacía referencia, parece que l@s
trabajador@s sociales tienen una formación escasa en las teorías y modelos
propios del Trabajo Social.
Vuelvo a Teresa
Matus porque recoge un tema que, desde mi punto de vista, es clave: desde los
estudios de Trabajo Social “La
división disciplinar en caso, grupo y comunidad […] supone una clasificación de
acuerdo a los supuestos ’sujetos’ que, ironizando, responde a dividir la
disciplina según se trabaje con uno, algunos o muchos”. Dándole menos
relevancia a los modelos teóricos, que pueden aplicarse en distintas
circunstancias, y centrándose más en la intervención directa, en un enfoque que
diría más metodológico.
Así pues, la primera
conclusión que extraigo es que hay mucha formación teórica, pero de disciplinas
variadas, necesarias sin duda (incluso deberíamos añadirle alguna más), pero
con poca dedicación a la teoría propia de la disciplina.
Por otra parte, me
gustaría referirme a las prácticas que, siendo importantes, no tienen el
reconocimiento que deberían: otros estudios reconocen las prácticas como una
actividad profesionalizadora en la que alumn@s en prácticas reciben un salario;
esta práctica no se produce en Trabajo Social, pero aún más, no se reconoce a
l@s profesional@s en activo que acogen a l@s alumn@s de ninguna manera; su
acción no es valorada en los currículums o como méritos y la universidad (como
institución) ni siquiera es consciente que cada curso, por ejemplo en Barcelona
(ámbito de la UB) tiene 220 – 240 profesionales atendiendo a alumn@s de Trabajo
Social, formándolos en su puesto de trabajo.
Pero sigamos
adelante, tras la finalización de los estudios viene el proceso de incorporación
al mundo laboral, este paso es como un lanzamiento en paracaídas, según donde
caigas las cosas pueden ir de una manera u otra, porque no tenemos un modelo de
incorporación de nuevos profesionales (niveles junior, semisenior y senior) que
permita el complemento necesario a la formación académica.
Por otra parte, la
formación académica es muy genérica y no es especialmente facilitadora de
formación específica para funciones diversas y necesarias: dirección de
servicios sociales, planificación y evaluación, por poner algunos ejemplos. Ni
siquiera la formación complementaria académica (estudios de postgraduado) tiene
tradición en estos ámbitos y tampoco destaca por su oferta en especialización
en diversos ámbitos de intervención (con contadas excepciones, como la formación
en Trabajo Social Sanitario); siempre me he preguntado ¿cómo es posible que
exista una oferta diversa de formación para la dirección de centros
residenciales o de entidades sin ánimo de lucro y no se encuentre fácilmente
una formación similar para la dirección de los servicios sociales de atención primaria?
En resumen, una
segunda conclusión, es que la formación para la incorporación al mundo laboral,
incluyendo las prácticas, es limitada y no aborda muchos aspectos necesarios:
desde la especialización (ahora sí) en ámbitos de intervención (salud,
enseñanza, justicia…) como en funciones (dirección, planificación y evaluación)
Y para acabar, me gustaría
hacer una mirada sobre la formación continuada, la que nos debería permitir
estar al día de los avances en la profesión, podemos ver que hay un enfoque muy
pragmático, muy instrumental de la profesión (perdonadme que hable por la
formación que se da en mi área de influencia, tanto la que surge del colegio
como la de otras entidades). No se encuentran cursos que revisen los marcos
teóricos y los modelos de intervención que, tras la práctica en la vida
laboral, seguro que veríamos de manera distinta a la forma en que los
estudiamos (si lo hicimos) durante la carrera.
Como conclusión, querría decir que tengo la impresión que los cambios en los planes de estudios, especialmente el paso de diplomatura a grado, no han modificado sustancialmente su estructura en sus últimos años, pese a los cambios evidentes en el contexto (hecho que comparten con la mayoría de estudios universitarios, por lo que he podido ir viendo). Deberíamos ser capaces de pensar los estudios desde una perspectiva más de construcción del "saber" en Trabajo Social y dotar a l@s futur@s profesionales de las bases que les permitan la adaptación e incorporación de herramientas a cada momento del desempeño profesional, así como diversificar la oferta en formación continuada, tanto académica como de actualización.
[1] Como ejemplo la Ley
12/2007 de Servicios Sociales de Catalunya establece: “Los servicios sociales
tienen como finalidad asegurar el
derecho de las personas a vivir
dignamente durante todas las etapas de la vida mediante la cobertura de sus necesidades personales
básicas y de las necesidades
sociales, en el marco de la justicia social y del bienestar de las
personas” (art. 3).
Excelente.
ResponderEliminarCada vea son más las voces que reivindican metodologías y tecnologías para hacer intervención social. Nuestras formaciones tocan muchas disciplinas, como señalas, pero la menos abordada es la propia intervención social.
Pero suenan vientos de cambio: grados, masteres, doctorados, investigación, publicaciones, conocimiento compartido.
Por cierto, en la UPNA (Univ. Pública de Navarra) han hecho dos ediciones de un "Experto Universitario en Gestión de Servicios Sociales de Atención Primaria".
Me apunto a tu reflexión. Gracias compañera
Gracias compañero por el comentario y la información.
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