Retomando el camino

La luz al final de la calle. Pirineo aragonés, 2011. Foto_ N.Fustier


A la tercera va la vencida... vamos a reactivar el blog


Hace más de un año de mi última entrada en este blog. Parece que fue ayer y han pasado, exactamente 17 meses. Han sido meses dedicados a recorrer las últimas etapas del camino que inicié en 2015, el de la tesis, que, si ningún contratiempo lo impide, podrá ser depositada esta semana.

Este camino me ha llevado de vuelta al Trabajo Social; me explico, durante muchos años he trabajado (y pensado) en clave de sistema (el sistema de servicios sociales, en este caso), pero el proceso de elaboración de la tesis me ha llevado a redescubrir la profesión: he llenado muchos huecos teóricos (aunque queden aún por ahí pendientes) y, sobretodo, he tenido la oportunidad de salir de mi zona de confort. Me ha permitido conocer y contactar con trabajadoras sociales de fuera de mi ambiente habitual y solo por eso ya vale la pena el esfuerzo, porque esos contactos me han permitido aprender.

En la última entrada que hice, allá por enero de 2019, explicaba una experiencia vivida mientras fui estudiante de Trabajo Social: la Coordinadora Estatal de Alumnas y Alumnos de Trabajo Social (la Coordinadora, para abreviar). Una experiencia que ponía en práctica buena parte de los conocimientos que íbamos adquiriendo; aunque, por mis recuerdos de los planes de estudio que viví, debo reconocer que fue la Coordinadora quien más me acercó a algunos enfoques teóricos de los que no oíamos hablar en la universidad. Era una experiencia de trabajo colaborativo, de aprendizaje entre iguales, de largos debates sobre temas de la profesión en los que las técnicas de negociación se ponían en práctica (todo ello amenizado con espacios de ocio y diversión… como no podía ser de otra manera).

Estos últimos meses han estado marcados por la crisis sanitaria del COVID-19 y una palabra que casi desconocíamos: el “confinamiento”. Trabajar desde casa (o teletrabajar) no me venía de nuevo, ya que como consultora buena parte de mi trabajo es así, en todo caso, se han reducido las reuniones y, cuando ha sido necesario, se han hecho mediante videoconferencia (me gustará abordar en otra entrada el uso de las tecnologías para trabajar). El parón que ha supuesto el estado de alarma ha tenido dos, o mejor dicho, tres impactos directos:

  • En primer lugar, al pararse todos los procedimientos administrativos, nos hemos quedado esperando poder presentarnos a convocatorias que nos permitan acceder a contratos (nuestra base de subsistencia como cooperativa)
  • En segundo lugar, me ha dejado mucho más tiempo para redactar la tesis, lo que me ha permitido cumplir los plazos sin dejar de dormir (J).
  • Y, seguramente, lo más relevante de todo este proceso ha sido contactar mediante redes con grupos de trabajadoras sociales inquietas y dispuestas a batallar por la profesión, hasta el punto de lanzarse a la aventura de crear un sindicato.

Curiosidades de la vida; os decía que en la última entrada hablaba de la Coordinadora que se centró, entre otras cosas, en conseguir que los estudios tuviesen rango universitario (pasar del “título de asistente social” a la “diplomatura en trabajo social”), por compartir experiencias sobre la construcción de la identidad profesional, sobre la práctica de la profesión (cada escuela era un mundo en teorías y métodos); y en esta entrada, que pretende ser la primera de una nueva etapa, me encuentro siguiendo muy interesada (y espero poder participar más activamente en breve) el proceso de creación de un sindicato de trabajadoras/es sociales que busca el equivalente de lo que buscaba la Coordinadora pero en el ámbito laboral: reconocimiento de la profesión, pero no en un ámbito abstracto, sino en la práctica, en las condiciones de trabajo y contratación.

Se trata, desde mi perspectiva, de volver a centrarse en la profesión para fortalecernos y, desde ahí, poder afrontar las situaciones que nos afectan en el ámbito laboral. Cuando se creó la Coordinadora no se buscó (como mínimo en mi recuerdo) establecer contacto con las organizaciones estudiantiles de la época (que existir, existían): nuestra realidad era específica (1)  porque nuestros estudios estaban en un limbo (2) y tampoco teníamos un sistema de política de bienestar donde desarrollarnos que estuviese claramente implementado.

Ahora, en materia laboral estamos un poco igual: trabajo social es un título universitario de grado, pero la administración (por poner un ejemplo) aún lo incluye en las categorías de diplomados (A2); existe un sistema de política sectorial de referencia (que no único), pero no está claramente consolidado, se entremezclan organizaciones diversas (administraciones, empresas, entidades sociales, etc.) sin una referencia ni reconocimiento claro de la figura del Trabajo Social, se siguen confundiendo con otras disciplinas e, incluso, con cosas que no tienen nada que ver (nota al pie, trabajos en beneficio de la comunidad). A veces es necesario replegarse, reflexionar, fijar posiciones y lanzarse a buscar ese reconocimiento que tanto pedimos, porque por mucho que lo pidamos, si no hacemos algo, no nos lo van a regalar. Es hora de aplicar aquello que hacemos en nuestra práctica profesional en nosotros mismos: reflexión, análisis, empoderamiento, acción.



(1) Enfermería había pasado por el mismo proceso unos 10 años antes.

(2) Para acceder a los estudios se necesitaba el bachillerato como si fuese la universidad, pero el título no era de diplomatura, ni universitario realmente.

Comentarios

  1. Enhorabuena Nuria! como me encantaria poder entregar la tesis esta semana. Un abrazo y rebienvenida !

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  2. Potser s'haura d'explicar tb què NO ès el treball social

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  3. Enhorabuena Nuria. Gran contenido de valor.

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